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Demasiado pronto solemos olvidar a nuestro Padre Dios y lo que en Jesús ha hecho por nosotros. Entonces nos rebelamos y obtenemos en nosotros las consecuencias de nuestro pecado.
El Salmista escribe: “Hemos pecado, lo mismo que nuestros padres; hemos hecho lo malo y actuado con iniquidad.Cuando nuestros padres estaban en Egipto, no tomaron en cuenta tus maravillas; no tuvieron presente tu bondad infinita y se rebelaron junto al mar, el Mar Rojo. Pero Dios los salvó, haciendo honor a su nombre, para mostrar su gran poder.Reprendió al Mar Rojo, y este quedó seco; los condujo por las profundidades del mar como si cruzaran el desierto.Los salvó del poder de sus enemigos, del poder de quienes los odiaban.Las aguas envolvieron a sus adversarios, y ninguno de estos quedó con vida. Entonces ellos creyeron en sus promesas y le entonaron alabanzas.Pero muy pronto olvidaron sus acciones y no esperaron a conocer sus planes.En el desierto cedieron a sus propios deseos; en los páramos pusieron a prueba a Dios.Y él les dio lo que pidieron, pero les envió una enfermedad devastadora.” Salmo 106:6-15
El Salmista reconoce su pecado y el de sus padres. Su pecado fue no tomar en cuenta las maravillas de Dios y no tener presente su bondad infinita. No sólo el pueblo de Israel ha recibido milagros ¿Cuántos no hemos recibido nosotros – comenzando con el principal – la salvación en Cristo Jesús de nuestros pecados? En Jesús tenemos bondad infinita. Pero solemos olvidarlo. Le animo a leer todo el Salmo 106 dando clic aquí. Si no tiene tiempo, continúe.
Al final del Salmo 106 leemos: “Al verlos Dios angustiados, y al escuchar su clamor,se acordó del pacto que había hecho con ellos y por su gran amor les tuvo compasión.Hizo que todos sus opresores también se apiadaran de ellos.Sálvanos, Señor, Dios nuestro; vuelve a reunirnos de entre las naciones, para que demos gracias a tu santo nombre y orgullosos te alabemos.¡Bendito sea el Señor, el Dios de Israel, eternamente y para siempre! ¡Que todo el pueblo diga: «Amén»! ¡Aleluya! ¡Alabado sea el Señor!” Salmo 106:44-48
El Salmista clama por salvación. Y recuerda que la base de esta salvación descansa en el gran amor de Dios. Por su gran amor les tuvo compasión y al escuchar su clamor y al verlos angustiados se acordó de su pacto. Dios siempre está por su gran amor allí para perdonarnos en Jesús. Pero no debemos ser olvidadizos. Debemos tener presente siempre a nuestro Dios para no olvidar ni sus maravillas ni su bondad infinita. ¿Cómo podemos tenerlo presente?
Asistiendo semanalmente a nuestra congregación y a un grupo pequeño.
Realizando un devocional diario de las Escrituras.
Leyendo diariamente su Palabra.
Escuchando música que alaba el nombre del Todopoderoso.
Colocando visualmente en nuestro celular o en nuestras casas su Palabra.
Una cita bíblica en el refrigerador, en el baño, en la entrada o en la sala. Desde algo tan sencillo como una hoja impresa, hasta algo más elaborado en madera, sea lo que sea, si no tenemos presentes las maravillas de Dios y su bondad infinita, seremos olvidadizos y los olvidadizos no honran al Padre y cosechan como fruto su desgracia. ¿Qué hará para tener presente al Todopoderoso en su vida y vivir para honrarlo siempre?
“»Escucha, Israel: El Señor nuestro Dios es el único Señor. Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con todas tus fuerzas. Grábate en el corazón estas palabras que hoy te mando. Incúlcaselas continuamente a tus hijos. Háblales de ellas cuando estés en tu casa y cuando vayas por el camino, cuando te acuestes y cuando te levantes. Átalas a tus manos como un signo; llévalas en tu frente como una marca; escríbelas en los postes de tu casa y en los portones de tus ciudades.” Deuteronomio 6:4-9
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