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¿Cuánto pasaría en nuestras vidas si uniéramos la acción a la palabra y venciéramos la pereza?
Esto me recuerda a las palabras del Sabio Salomón: “Perezoso, ¿cuánto tiempo más seguirás acostado? ¿Cuándo despertarás de tu sueño? Un corto sueño, una breve siesta, un pequeño descanso, cruzado de brazos… 11 ¡y te asaltará la pobreza como un bandido, y la escasez como un hombre armado!” Proverbios 6:9-11
La pereza, esa falta de ganas de hacer las cosas, muchas veces nos gana. Decimos, hoy sí voy a hacer tal cosa y, pasa el día y no la hacemos.
La persona que espera sentir para hacer, difícilmente hará las cosas a tiempo y con calma. Bajo presión y con fechas límite, todos nos ponemos diligentes, pero a última hora. A la carrera, el desgaste físico y mental es grande. Y los resultados, lejos de la excelencia.
Sentir para hacer es un camino de mucha fantasía. Nosotros los creyentes, por el contrario, hacemos para sentir. La acción precede a la sensación y a la celebración.
Algo que me he dado cuenta es que mientras más hago, más ganas me dan de hacer más. Y, esa masa y aceleración, se va incrementando en mi vida como un vehículo sin frenos en una bajada.
Mientras más se hace, más se quiere hacer. La acción trae inspiración, los resultados me motivan, todo se vuelve más fácil, más hago y con más ganas.
Lo triste de la historia. Es que lo mismo ocurre a la inversa. Mientras menos hago, menos quiero hacer. Siembre pasividad y cosechará cero movimiento. Siembre acción y multiplicará acciones.
La próxima vez que quiera hacer algo, comience a hacerlo sin esperar ni el sentimiento, ni la inspiración. Que eso fluya después, por medio de la chispa de la acción.
Nehemías con el deseo de reconstruir la seguridad de las murallas de Jerusalén dijo: “—Ustedes son testigos de nuestra desgracia. Jerusalén está en ruinas, y sus puertas han sido consumidas por el fuego. ¡Vamos, anímense! ¡Reconstruyamos la muralla de Jerusalén para que ya nadie se burle de nosotros! 18 Entonces les conté cómo la bondadosa mano de Dios había estado conmigo y les relaté lo que el rey me había dicho. Al oír esto, exclamaron: —¡Manos a la obra! Y unieron la acción a la palabra.” Nehemías 2:17-18
Exclamaron ¡Manos a la obra! Y unieron la acción a la palabra. ¿Qué pasaría si también nosotros uniéramos la acción a la palabra en todo lo que nos proponemos?
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