Archives For Cielo nuevo y tierra nueva

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Ayer fuimos a almorzar con mi esposa y mis cuatro hijos. Tenía antojo de una pizza, una pizza de esas gruesas que traen de todo adentro. Mi favorita es la de Pepián – un recado negro o rojo guatemalteco, que según dicen comenzó en Chimaltenango y se servía para las bodas y cumpleaños entre otros –.

Pero me sorprendieron mis hijos cuando pidieron ir a almorzar al mercado de San Lucas. Este mercado es histórico en Guatemala. Allí hemos probado distintos platos típicos de Guatemala. Caldo de gallina, Pepián con pollo o res, buñuelos, tostadas con salsa, frijol o guacamole; canillitas de leche y rellenitos.

Comer es especial. Pero el lugar en donde uno come lo hace más especial. Y cuando es acompañado por la familia, aún más especial. No sólo es el lugar y las personas presentes, a eso se le suman los recuerdos de las visitas anteriores desde que uno es niño.

Cada uno de mis hijos pidió lo que se le antojó. Alguien pidió tortillas con carne adobada, otros carne asada, otro caldo de gallina y yo, pedí Pepián con pollo. ¡Ah! Qué delicia.

Mientras esperábamos fui al baño y el recorrido me lo disfruté. Doña Saturnina vende conejos, cuyos, pericas australianas y tortugas. Ahora hasta su número de celular tengo. El hijo de un amigo quiere un cuyo para Navidad. Ya tiene el contacto para pedirlo directo.

Me encontré con una estación de flores. La señora vendía de todo tipo de plantas. Las mamás guatemaltecas tienen algo especial por las flores. En toda casa, aunque no exista jardín hay macetas por todos lados. Allí estaban todas las señoras viendo qué plantas compraban.

Luego me encontré con una estación de dulces típicos. Otra en donde estaban friendo los famosos rellenitos. Y qué tal, antes sólo vendían rellenos de frijol, ahora hasta con Nutella tienen. ¡Otro nivel!

Mientras comíamos llego un señor no vidente a tocar la guitarra y a cantar junto a su hijo. Cantaron una canción de los Enanitos Verdes. Busqué la canción y se llama: Borracho y loco. Así ni quiero andar, ni quiero que otros anden, pero realmente, cantaba bien el señor. Se ganó varias propinas de unas 8 mesas presentes. Votó su púa de la guitarra y me encantaron las palabras para su hijo: “Búsquela y recójala si puede, pero no toque el suelo”. La encontré y se las entregué. Tan lindo ver a alguien amar a otro y ser uno en su necesidad y buscar proveer para la familia.


Hasta una amiga cachó – como decimos en Guatemala cuando alguien es salpicado con una bendición inesperada –. Acaba de dar a luz a un pequeño niño llamado Caleb. Mi esposa le escribió y le pasó dejando después atol de elote y tres tipos de rellenitos pues ahora los rellena de todo.

A la noche compartí en Instagram y en Facebook unas fotos de tremendos platos. Y, además, de los alrededores del mercado – para verlos dé clic en los enlaces –. Muchos comentaron las fotos. Los chapines que viven Guatemala antojados por ir y de seguro, algunos esta semana visitarán el lugar. Ya que expresaban que tenían tanto tiempo de no ir.

Pero los comentarios que más me impactaron son de los que viven lejos en otro país y al ver las fotos, extrañan su tierra. “Me encanta!! Cuando llegue a Guatemala es uno de los lugares que quiero ir a comer, era uno de mis favoritos. Bendiciones”, “Que ricoooo!!!! Como extraño mi Guate!!!!”, “Se extraña!!!”, “Que rico!!! Los domingos después De la Iglesia eran para ir a comer tostadas, atolito, arroz con leche y rellenitos. Extraño a mi Guate”

Cuando se vive lejos del hogar y se recuerdan las comidas típicas se extraña tanto. Y queda el anhelo de un día volver a probarlo. Especialmente en la tierra en donde una nació, creció y tiene gratos recuerdos. Y es que nunca es sólo el plato típico, es lo típico que lo acompaña: la familia, los buenos amigos y los recuerdos mientras creamos nuevos.

Aquí en esta tierra al conocer a Dios saboreamos la paz, el amor, la justicia, pero nada se compara a la plenitud que viviremos en el cielo. Usted y yo somos extranjeros y peregrinos en esta tierra. Nuestra ciudadanía es celestial. Recordar los platos típicos de la nación que se extraña da nostalgia y esperanza. Tranquilo, lo bueno de esta tierra sólo es una probadita de lo pleno que será el cielo.

Cada uno de nosotros salimos del corazón de Dios. Y tenemos una promesa de un cielo nuevo y de una nueva tierra en donde no hay ni Coronavirus, ni mentiras, ni injusticias, ni muerte, ni llanto, ni dolor. No lo hemos visto, pero el discípulo Juan lo vio y por orden de Jesús escribió todo lo que vio en el Apocalipsis. Ni lo mejor de este mundo, se compara a lo que veremos allá.

Sabemos que sin importar qué suframos en esta tierra, nos espera la gloria eterna. Lugar en el que ya no hay sol, porque Dios ilumina con su presencia. He creído en Jesús como mi paz con Dios, el justo que murió por nosotros los injustos. Y espero ese lugar y lo deseo para mi familia, amigos y desconocidos. Y es que es la esperanza. Jesús reinando con justicia y todos viviendo en paz.

Ese lugar en donde el segundo Adán, Jesús, el que nunca conoció pecado y fue justo, se fue a prepararnos un lugar. Y no sólo lo disfrutaremos solos, sino en medio de la comunidad de fe que Dios ha provisto en esta tierra, en donde juntos adoraremos al Padre Dios y estaremos completos. No habrá carencia de nada porque le tenemos.

Mientras tanto, todo el que se arrepiente de sus pecados y cree en Jesús para salvación, aunque este solo en cualquier nación, no estará solo. Encontrará esa familia espiritual que Dios da al adoptarnos como sus hijos pues no estamos huérfanos. Dejamos el mundo para abrazar el amor inigualable de una familia espiritual en donde todos somos hermanos en Cristo. Seamos esa familia.

A los que viven lejos de su patria, ánimo. Brillen en donde viven. No olviden sus raíces, pero, sobre todo, la raíz de la fe en Cristo. Su paz sea con todos nosotros, aquí, allá y, sobre todo, cuando lleguemos al cielo. El lugar de reunión de todos los santos en Jesús, en donde como familia, habitaremos para siempre en el nuevo y verdadero Jardín del Edén. Amén…

“Después vi un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra habían dejado de existir, lo mismo que el mar. 2 Vi además la ciudad santa, la nueva Jerusalén, que bajaba del cielo, procedente de Dios, preparada como una novia hermosamente vestida para su prometido. 3 Oí una potente voz que provenía del trono y decía: «¡Aquí, entre los seres humanos, está la morada de Dios! Él acampará en medio de ellos, y ellos serán su pueblo; Dios mismo estará con ellos y será su Dios. 4 Él les enjugará toda lágrima de los ojos. Ya no habrá muerte, ni llanto, ni lamento ni dolor, porque las primeras cosas han dejado de existir».” La Biblia en Apocalipsis 21:1-4

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Y ella escribió estas palabras: “Hola, estoy perdiendo mi chispa. 😔 Siento miedo de que se apague por completo. ¡Lo siento!”

Esa respuesta la recibí, porque su amiga más cercana me contó que estaba preocupada por ella. Una seguidilla de pruebas le han caído. Una tras otra sumándose, mientras las primeras no pasan. Le escribí por Instagram.

Esta joven siempre se ha distinguido por ser una líder imparable. La única creyente en su hogar. Llegó a los pies de Cristo por el testimonio y el amor de una amiga que lo entregó todo por ella. Encontró la salvación en Cristo Jesús o más bien dicho, Dios la encontró en Jesús, quebrada por sus pecados y la hizo de nuevo.

¿Cómo está su fe?, ¿Está en medio de pruebas?, ¿Siente como la chispa de su fe está por morir porque las pruebas de este mundo le han abrumado?

Ella no sólo está en este punto, está exhausta. Siente que ya no puede más. Tiene miedo que su relación con Dios se apague por completo y esa chispa que aún permanece, se desvanezca.

Le respondí: “A llorar para el cielo y no para el suelo. A llorar el dolor, pero con fe.”

Su respuesta fue una pregunta: “¿Cómo se llora para el cielo?”

Continué con otra respuesta: “Sacando la tristeza y sabiendo que, aunque no entendamos qué pasa o por qué, pasará. Dios tiene nuestros tiempos en sus manos. Aún con lágrimas en los ojos, pero con fe.”

Lo ojos secos, no son sinónimo de fortaleza. Muchas veces son sinónimo de torpeza, de falta de comprensión del dolor humano y de falta de conocimiento de las Escrituras. No son estas las que nos mandan a ¿Alegrarnos con los que están alegres y a llorar con los que lloran?

Ella agregó: “Hay personas que me han dicho, llorar no es bueno, porque debemos tener contentamiento. Entonces para mí es absurdo, si por más que quiera tener otra cara, en este momento mi cara refleja tristeza, hasta pena pienso. El versículo me llegó, porque entendí que, aunque ahora mismo refleje tristeza mi corazón, está agradecido y confiando siempre en Dios, creyendo que me ama y que yo lo amo.”

El pasaje bíblico que le llegó fue: “Vale más llorar que reír; pues entristece el rostro, pero le hace bien al corazón.” Eclesiastés 7:3


Llorar no es falta de fe. Lloramos cuando emocionalmente topamos y no podemos más. Lloramos cuando físicamente topamos y no podemos hacer nada más. Pero podemos llorar hacia el suelo o hacia el cielo.

Llorar hacia el cielo, es derramar lágrimas de dolor, que reflejan cansancio, como que sentimos que tal vez humanamente todo está perdido, pero que confiamos en una soberanía bendita y amorosa. Que no nos promete que no tendremos aflicciones en este mundo, sino que Cristo Jesús venció al mundo.

Ni la muerte pudo con Jesús. Llorar hacia el cielo es llorar todo lo que nos desborda emocionalmente, pero sabiendo que no estoy tirado en el suelo sin esperanza. Aunque me tocara vivir lo peor a los ojos de la humanidad que es la muerte, me espera la vida eterna. Jesús venció al mundo, venció al pecado y venció a la muerte.

Llorar hacia el cielo es llorar al lugar de donde viene nuestro socorro. Cuando lloro algo cambia en mí, pero no la situación. Cuando lloro hacia el cielo, mantengo la perspectiva eterna de mi vida y en quien confío. Soy peregrino y extranjero en esta tierra, me espera la verdadera y nueva ciudad de paz, la nueva Jerusalén en donde viviremos con Dios por la eternidad.

Llorar no es falta de fe. Lloramos cuando emocionalmente topamos y no podemos más. Lloramos cuando físicamente topamos y no podemos hacer nada más. Pero podemos llorar hacia el suelo o hacia el cielo. Clic para tuitear

En ese lugar no hay muerte, ni llanto ni lamento, ni dolor. Así que, en esta tierra a pesar de las peores pruebas o tribulaciones, mantengamos la fe en Jesús, nuestro Salvador de los pecados, que promete no sólo una nueva vida a todo pecador – nacer de nuevo espiritualmente –, fortaleza para enfrentar las pruebas sino también, vida eterna en este lugar soñado llamado cielo.

Siga adelante… Aún con lágrimas en los ojos, pero con fe.

Ore hasta que Dios le dé su milagro. O hasta que Dios lo llame a su presencia. Ore con fe, pero, sobre todo, porque mantenga la fe en el Todopoderoso a pesar de cualquier situación.

Le comparto dos canciones que le envié a esta joven. Son de Crystal Lewis. Solía escucharla en mi adolescencia. Y su música, sigue edificándome. Es una norteamericana que grabó varios álbumes en español. Canción 1 – Mi Redentor Vive y Canción 2 – Cristo yo creo en ti.

Dios sea con usted en las mejores, en las buenas, en las malas y en las peores. Sea usted con él siempre, en la comunidad cristiana a la que asiste y con su familia espiritual que lo sostiene.

“Él les enjugará toda lágrima de los ojos. Ya no habrá muerte, ni llanto, ni lamento ni dolor, porque las primeras cosas han dejado de existir».” La Biblia en Apocalipsis 21:4

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