Archives For domingo de resurrección

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Durante la Semana Santa, El Domingo de Resurrección, se celebra la victoria de Jesús sobre la muerte cuando por el poder de Dios, fue levantado de los muertos. ¿Por qué lo celebramos a diario y no sólo en la Semana Santa? Ante de llegar a la conclusión, lea estas porciones iluminadoras de la Escritura.

“Ahora bien, si se predica que Cristo ha sido levantado de entre los muertos, ¿cómo dicen algunos de ustedes que no hay resurrección? Si no hay resurrección, entonces ni siquiera Cristo ha resucitado. Y, si Cristo no ha resucitado, nuestra predicación no sirve para nada, como tampoco la fe de ustedes. Aún más, resultaríamos falsos testigos de Dios por haber testificado que Dios resucitó a Cristo, lo cual no habría sucedido si en verdad los muertos no resucitan. Porque, si los muertos no resucitan, tampoco Cristo ha resucitado. Y, si Cristo no ha resucitado, la fe de ustedes es ilusoria y todavía están en sus pecados. En este caso, también están perdidos los que murieron en Cristo. Si la esperanza que tenemos en Cristo fuera solo para esta vida, seríamos los más desdichados de todos los mortales.” 1 Corintios 15:12-19

“Lo cierto es que Cristo ha sido levantado de entre los muertos, como primicias de los que murieron. De hecho, ya que la muerte vino por medio de un hombre, también por medio de un hombre viene la resurrección de los muertos. Pues así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos volverán a vivir, pero cada uno en su debido orden: Cristo, las primicias; después, cuando él venga, los que le pertenecen. Entonces vendrá el fin, cuando él entregue el reino a Dios el Padre, luego de destruir todo dominio, autoridad y poder. Porque es necesario que Cristo reine hasta poner a todos sus enemigos debajo de sus pies. El último enemigo que será destruido es la muerte, pues Dios «ha sometido todo a su dominio». Al decir que «todo» ha quedado sometido a su dominio, es claro que no se incluye a Dios mismo, quien todo lo sometió a Cristo. Y, cuando todo le sea sometido, entonces el Hijo mismo se someterá a aquel que le sometió todo, para que Dios sea todo en todos.” 1 Corintios 15:20-28

“Les declaro, hermanos, que el cuerpo mortal no puede heredar el reino de Dios, ni lo corruptible puede heredar lo incorruptible. Fíjense bien en el misterio que les voy a revelar: No todos moriremos, pero todos seremos transformados, en un instante, en un abrir y cerrar de ojos, al toque final de la trompeta. Pues sonará la trompeta y los muertos resucitarán con un cuerpo incorruptible, y nosotros seremos transformados. Porque lo corruptible tiene que revestirse de lo incorruptible, y lo mortal, de inmortalidad. Cuando lo corruptible se revista de lo incorruptible, y lo mortal, de inmortalidad, entonces se cumplirá lo que está escrito: «La muerte ha sido devorada por la victoria». «¿Dónde está, oh muerte, tu victoria? ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón?» El aguijón de la muerte es el pecado, y el poder del pecado es la ley. ¡Pero gracias a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo! 58 Por lo tanto, mis queridos hermanos, manténganse firmes e inconmovibles, progresando siempre en la obra del Señor, conscientes de que su trabajo en el Señor no es en vano.” 1 Corintios 15:50-58

Le comparto los tres puntos principales de la prédica que escuchamos junto a mi familia este domingo. Se llamó: “Lo que garantiza la resurrección de Jesús”. Y es por estas tres razones por las que celebramos la resurrección todos los días.

La resurrección garantiza la transformación de nuestros cuerpos a cuerpos materiales incorruptibles y liberados de la maldición del pecado. Seremos libres este cuerpo de muerte como le llamó el apóstol Pablo. Este cuerpo que muchas veces sirve al pecado. Serviremos eternamente a Dios. Esto implica también que la resurrección traerá vida eterna y muerte eterna en cuerpos incorruptibles. Resucitaremos para vivir eternamente en paz con Dios o eternamente condenados lejos de su presencia. v. 50-52

La resurrección garantiza la victoria, una victoria sobre el pecado y sobre la muerte. La victoria no se debe a sus buenas obras. Esta es otorgada por Dios como un regalo a todos aquellos que lo abrazan a él en fe. Ya estamos saboreando la victoria, pero la plenitud la veremos en la gloria. La victoria incluye la cruz y también la resurrección. Por su muerte somos salvos. Por su resurrección tenemos promesa de vida eterna. v. 53-57

La resurrección de Cristo garantiza un propósito en el presente. El último versículo el 50 dice: “Por lo tanto, mis queridos hermanos, manténganse firmes e inconmovibles, progresando siempre en la obra del Señor, conscientes de que su trabajo en el Señor no es en vano.” Progresar en el trabajo del Señor, implica en todas las áreas de nuestra vida en donde él está por medio de su Espíritu Santo santificándonos. Hacemos todo porque Cristo ha resucitado. Y porque Cristo triunfó sobre nuestros peores enemigos, nos mantenemos firmes y constantes en nuestra fe. Ese es nuestro propósito presente. Permanecer firmes en la fe. v. 58

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A veces, vemos a los discípulos como que si cuando sudaran, sudaran agua bendita. Pero qué lejos estamos. Ellos también fueron pecadores, que necesitaron y encontraron al Salvador Jesús.

“—Te aseguro —le contestó Jesús— que esta misma noche, antes de que cante el gallo, me negarás tres veces. —Aunque tenga que morir contigo —insistió Pedro—, jamás te negaré. Y los demás discípulos dijeron lo mismo.” La Biblia en Mateo 26:34 y 35

“Y de inmediato dijo a la turba: —¿Acaso soy un bandido, para que vengan con espadas y palos a arrestarme? Todos los días me sentaba a enseñar en el templo, y no me prendieron. 56 Pero todo esto ha sucedido para que se cumpla lo que escribieron los profetas. Entonces todos los discípulos lo abandonaron y huyeron.” La Biblia en Mateo 26:55 y 56

De Pedro se habla tanto, pero ¿Y de los demás discípulos? Es cierto que Pedro le negó tres veces. Pero vemos que, en el Jardín del Getsemaní, al momento del arresto, todos los discípulos abandonaron a Jesús y huyeron. Y todos habían prometido lo mismo que Pedro.

Hoy en Guatemala, a este sábado se le conoce como Sábado de Gloria. Pero de gloria, no tiene nada. Es más, un sábado de lamentación. Se imagina las conversaciones de los discípulos. Si no conversaban, sólo las miradas que se hacían unos a otros, eran suficientes para hablar. Hablaban de derrota, ninguna mirada hablaba de la esperanza de la resurrección. Hablaban de condenación.

Pero llegaría el domingo y la esperanza surgiría. Jesús había resucitado y lo creían. Ahora tenían la esperanza ¿De pedirle perdón? O ¿Cuál era su esperanza ahora que sabían que había resucitado?

¿Qué hace Jesús la primera vez que ya resucitado se les aparece a sus discípulos? Ni siquiera les recuerda que lo abandonaron, ni siquiera le echa en cara a Pedro el haberlo negado. Ellos lo habían estado haciendo constantemente. No necesitaban más juicio que al que ellos solos se habían metido, necesitaban gracia, misericordia, perdón y ser comisionados para predicar esta misma gracia.

Al aparecérseles, lo único que les dice es: “La paz sea con ustedes” y se los dice. Primero como saludo y luego, de nuevo. Eso es lo que Jesús anhela, nuestra paz con Dios por medio de él. Una paz que nos lleva a predicar del dador de esa paz. Porque luego, fueron comisionados a seguir predicando y dieron su vida por causa de Cristo. Jamás volvieron a abandonarlo.

“Al atardecer de aquel primer día de la semana, estando reunidos los discípulos a puerta cerrada por temor a los judíos, entró Jesús y, poniéndose en medio de ellos, los saludó. —¡La paz sea con ustedes! Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Al ver al Señor, los discípulos se alegraron. —¡La paz sea con ustedes! —repitió Jesús—. Como el Padre me envió a mí, así yo los envío a ustedes. Acto seguido, sopló sobre ellos y les dijo: —Reciban el Espíritu Santo. A quienes les perdonen sus pecados, les serán perdonados; a quienes no se los perdonen, no les serán perdonados.” Juan 20:19-23

Jesús es nuestra paz. Después de cada sábado no de gloria, sino de lamentación por el pecado y de arrepentimiento genuino, viene un domingo de resurrección. En donde escuchamos las palabras de Jesús: “La paz sea con ustedes”.

Jesús es nuestra paz. Después de cada sábado no de gloria, sino de lamentación por el pecado y de arrepentimiento genuino, viene un domingo de resurrección. En donde escuchamos las palabras de Jesús: “La paz sea con ustedes”. Clic para tuitear

Jesús es nuestra paz con Dios. Su sacrificio pagó el precio por nuestros pecados y la consecuencia ante Dios por nuestros pecados.

Jesús tomó nuestro lugar en la cruz. El justo por los injustos. El intercambió lugar con nosotros. Tomó nuestra condena y nos proveyó el único medio para que Dios nos impartiera su justicia por la fe y no por las obras.

¿Está viviendo en un sábado de lamentación por el pecado? No sólo se lamente, llegue al arrepentimiento. Judas se lamentó, reconoció su pecado y fue y se ahorcó. Pedro se lamentó, reconoció su pecado y abrazó la gracia de Dios en Jesús cuando les dijo: “La paz sea con ustedes”.

Y no sólo Pedro le negó… Todos lo abandonaron, pero posteriormente fueron restaurados. Jesús no murió por “los buenos”, porque ante él, sólo existen pecadores, pues ninguno hemos podido cumplir con sus mandamientos.

Y estos hombres que un día abandonaron a Jesús, se convirtieron en fieles predicadores de la verdad. Fieles predicadores del evangelio de Dios, del evangelio de Jesucristo, del mensaje de paz. Paz para todo el que cree, se arrepiente, confiesa sus pecados y vive para glorificar a Dios.

¿Está en un sábado como el de Pedro y los demás discípulos en plena lamentación? Arrepiéntase de sus pecados, confiéselos y venga a Jesús para escuchar las palabras “La paz sea con ustedes”.

¿Está en un sábado como el de Pedro y los demás discípulos en plena lamentación? Arrepiéntase de sus pecados, confiéselos y venga a Jesús para escuchar las palabras “La paz sea con ustedes”. Clic para tuitear

Porque en Jesús, después de un sábado de lamentación, siempre viene un domingo de resurrección. “A la verdad, como éramos incapaces de salvarnos, en el tiempo señalado Cristo murió por los malvados. Difícilmente habrá quien muera por un justo, aunque tal vez haya quien se atreva a morir por una persona buena. Pero Dios demuestra su amor por nosotros en esto: en que cuando todavía éramos pecadores, Cristo murió por nosotros. Y ahora que hemos sido justificados por su sangre, ¡con cuánta más razón, por medio de él, seremos salvados del castigo de Dios! Porque si, cuando éramos enemigos de Dios, fuimos reconciliados con él mediante la muerte de su Hijo, ¡con cuánta más razón, habiendo sido reconciliados, seremos salvados por su vida! Y no solo esto, sino que también nos regocijamos en Dios por nuestro Señor Jesucristo, pues gracias a él ya hemos recibido la reconciliación.” La Biblia en Romanos 5:6-11

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