Beso celebrable

diciembre 11, 2019

Esta publicación fue escrita por mi esposa Aixa de López. Les recomiendo seguir todo lo que publica en su blog. Para suscribirse dé clic aquí

Acabo de besarla. A la primera, porque las otras dos ya duermen. “Feliz noche. Mañana es un día largo, dormíte”… “adiós mami”. Cierro la puerta y pienso en la que hoy besa a la suya por última vez. Mañana también será un día largo para ella, por razones diferentes. Razones impensables. Quizás sea el día más largo de su vida, porque toca empezar la espera de verse otra vez, -Dios sabe cuando- para encontrarse hasta en la meta.

Me quito la ropa que usé en el día y me envuelvo en la ropa que se siente como abrazo. Eso es necesario especialmente en noches como esta.

Es increíble cómo un beso transporta. La beso un poco más intencionalmente esta noche, porque tengo más presente que no es para siempre. La beso enterrando mis labios un poco más a fondo en su cachete aún tan suave como cuando tenía meses, paso rápido mis dedos por su sien… ¡cuánto crece el cabello en 17 años!… y retrocedo a los días de la cunita… cuando con luz tenue la besaba y trataba de memorizar sus pestañas y su cabeza solamente cubierta de pelusa. Cuando oraba que no se despertara -al menos por un par de horas-.

Y pienso en la que mañana devuelve la semilla a tierra. La que tendrá que confiar en que arrullar a su preciosa una sola vez era lo perfecto. Que volverá a su casa a tener qué decidir qué hacer con tantas cositas de color rosado que se quedaron nuevas. Que tendrá que conocer más a Dios, caminando por un corredor que jamás hubiera escogido. Pienso en el dolor de ver al resto del mundo celebrar mientras ella y los suyos lloran.

La Navidad barata es “incelebrable” para los rotos de corazón… esa Navidad sentimental que anuncia deseos superficiales de felicidad y anestesia emocional, esa que sólo se trata de nosotros… esa es “incelebrable” para los que han sido devastados.

Pero la real… la verdadera Navidad es exactamente para ambas. Para la que despide su sueño de ver crecer a su hija, y para mí, que tiendo a olvidar que verlos crecer no es el punto.

Dios se puso la ropa más incómoda al visitarnos en la persona de Jesús. Fue besado por su madre miles de veces… (y la puedo ver enterrando bien sus labios cada vez, porque siempre supo que no lo vería envejecer).

Es fácil enfocarnos en la escena uno: la del pesebre -con los papás sonrientes, los animales echados al lado, el establo calientito, los pastores adorando, el coro de ángeles- y perdemos de vista que en nuestro peor día, el Rey del universo sabe y siente lo que estamos pasando, porque el propósito de la primera venida fue la cruz y la resurrección. Una vida dolorosa a un grado humanamente desconocido y una vida perfecta, humanamente inalcanzable.

Todo, con tal de pagar la factura de nuestra traición y no sólo dejarnos libres, sino darnos firma en la herencia que sólo a Él correspondía: ¡ser llamados hijos! ¡Eso si que es celebrable!

Llegará el día cuando nos despertaremos de nuestras peores pesadillas y veremos que El que nos espera es quien nos ha besado mil veces con ternura y ha llorado con nosotros. Esto que vivimos hoy, no es para siempre. Su beso es.

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