El poder de una invitación

enero 29, 2020

Este conocido creció en una familia cristiana. Ese día manejaba cuando se detuvo en un semáforo. La joven del otro vehículo bajó la ventana y le preguntó ¿A dónde vas? A ningún lado, respondió él. Seguíme, le dijo.

La siguió hasta un vecindario próspero y se estacionó en una casa. Se presentaron, entró a su jardín y ese día por primera vez, probó la mariguana.

Llegó a convertirse en un cocainómano, abriendo los ojos a la necesidad de su libertad, hasta que un día vio a su hermano convulsionar frente a él, luego de inhalar una dosis grande de cocaína.

Este conocido, fue libre de las drogas y su hermano también. A la fecha, siguen siendo fieles al Señor y libres de las drogas. Todo su sufrimiento se debió a una invitación sin rumbo.

Le pregunté a esta joven ¿Cómo llegaste la iglesia? Sucede que trabajaba para una empresa en donde la dueña y sus hijos, eran cristianos. Una de las hijas de la dueña, solía invitarla a comer a su casa y compartía mucho con ella. El problema más evidente que esta joven tenía, era el alcohol.

Un 31 de diciembre, su amiga la invitó al servicio de Año Nuevo en La Fráter. Ese día se arrepintió de sus pecados y entregó su vida al Señor. Sólo para regresar horas después a su casa, en donde al entrar, su papá le entregó una caja llena con la cerveza preferida de ella.

Esa noche se entregó al alcohol para celebrar el año nuevo. Sabía que quería vivir para Dios y cambiar el rumbo de su vida. Aun sintiendo los efectos desastrosos post una noche más de amistad con el alcohol, llamó a su amigo y le contó su situación. Yo quiero vivir para Dios, pero todos los viernes mi papá bebe y yo bebo con él. Así no podré ni ser fiel a Dios, ni libre de este problema.

Para su sorpresa, la amiga le dijo: decíle a tu papá que vas a ir todos los viernes a la iglesia y que te vas a quedar a dormir en mi casa. Así comenzó su libertad. Primero gracias a una invitación de una amiga, a asistir a la iglesia. Segundo, con la invitación a irse a dormir a su casa.

Esta mujer que la recibió en casa no era soltera sino casada. Su esposo estuvo de acuerdo y por alrededor de dos años, esa casa se convirtió en el refugio de esta nueva creyente que hoy es fiel miembro de La Fráter.

¿A quiénes invitará semana a semana a la congregación y a su célula? Porque las invitaciones tienen poder para lo malo, pero también para lo bueno. Que por nuestra invitación y por nuestro testimonio, muchos vengan a Cristo.

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