
El autor de Hebreos en el capítulo 12 escribió: “Por tanto, también nosotros, que estamos rodeados de una multitud tan grande de testigos, despojémonos del lastre que nos estorba, en especial del pecado que nos asedia, y corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante. Fijemos la mirada en Jesús, el iniciador y perfeccionador de nuestra fe, quien, por el gozo que le esperaba, soportó la cruz, menospreciando la vergüenza que ella significaba, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios. Así, pues, consideren a aquel que perseveró frente a tanta oposición por parte de los pecadores, para que no se cansen ni pierdan el ánimo.”
Fue en agosto de 1995. Iba a viajar de Dallas a Laredo Texas, después de no ver a mis papás durante 8 meses, pues estudiaba en el Instituto Bíblico Christ For The Nations y nos encontraríamos en ese vuelo.
Tan sólo respirar me dolía mientras corría. Había llegado tarde al aeropuerto, cortesía de un amigo que me dio jalón y que era bastante impuntual. No contábamos con un accidente que había causado tráfico. Tuve que correr con una maleta – que no tenía rodos – desde la entrada del aeropuerto, hasta mi puerta de abordaje.
Cuando llegué, estaban a punto de cerrar la puerta del avión. Hasta respirar me dolía del esfuerzo que había hecho. Cuando entré, mis papás pusieron cara de alivio, ni siquiera dio tiempo a que metieran la maleta en el compartimiento inferior del avión. Y yo, contento no sólo de verlos, sino que también les había pedido Pollo Campero – un famoso pollo frito guatemalteco -, el cual cené esa noche.
¿Qué tan fácil habría sido correr hacia la puerta de abordaje sin esa maleta? Muchísimo… Esa carga no sólo me impidió correr como debía, fue un obstáculo para mi velocidad, sino hasta entre tropezones por andar cargando la maleta.
Lamentablemente, así se corre muchas veces la carrera de la fe. Con maletas y lastres de pecado – envidia, enojo, egoísmo, pasiones sexuales, calumnia y tanto más… –.
Nos preguntamos por qué sentimos que ya no podemos más, hasta respirar nos duele y no son sólo las pruebas que la vida nos lanza, son las pruebas en donde por abrazar el pecado nosotros mismos nos metemos. Pecados que se convierten en cargas que no sólo limitan nuestro correr sino que pueden quebrarnos y sacarnos de la carrera.
¿De qué estorbo o pecado debe despojarse? Corra liviano y fije su mirada en Jesús.
Recuerde tanta oposición que sufrió y no se canse, ni pierda el ánimo ante todo lo que usted enfrentará en esta tierra. Ponga sus ojos en Jesús y sólo en Jesús.
Nuestros ojos son incapaces de enfocarse en dos cosas a la vez. Coloque un dedo frente a su nariz y véalo. Ahora todo atrás, estará desenfocado. Ahora al contrario. Vea lo que está detras de su dedo y todo estará enfocado menos su dedo. Enfocarnos en algo, siempre implica desenfocarnos del resto.
Si fija su mirada en Jesús, automáticamente la estará quitando de todo lo demás. Su enfoque en Cristo, es su desenfoque del mundo. Clic para tuitearSi fija su mirada en Jesús, automáticamente la estará quitando de todo lo demás. Su enfoque en Cristo, es su desenfoque del mundo.
En esta carrera de la vida, sólo Él es nuestra esperanza. Fije sus ojos en Jesús… despójese de sus pecados, desenfóquese del mundo y viva para honrar a Dios. Porque la meta, el cielo, nos espera a los que tenemos fe. Allá no habrá ni muerte, ni tristeza, ni dolor…
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