Cuando tenía 5 años veía tan lejos esta nueva edad. Mientras más crecía mi sueño era graduarme y ser libre del colegio, luego graduarme del Instituto Bíblico, luego graduarme de la Universidad, luego casarme, ser papá, graduarme de una maestría, escribir un libro. Cada una de estas cosas la he alcanzado, pero y luego… Siempre ha habido un luego, una nueva meta, un nuevo desafío, otro nuevo escalón, pero todo esto un día llegará a su fin y todos esos logros se quedarán aquí.
El tiempo pasa. Mis papás que hace unos años me cargaban en sus brazos, ahora son abuelos y están en sus sesentas. De mis cuatro abuelos sólo quedan dos con vida y en sus ochentas. En el colegio me enseñaron que el hombre nace, crece, se reproduce y muere. Pero en la iglesia me enseñaron que el hombre nace, crece, se reproduce, muere y luego nace a una vida o muerte eterna.
Vivir con los ojos puestos sólo en esta vida, es vivir una vida sin esperanza futura. Aún el apóstol Pablo se veía entre la encrucijada de querer estar con Jesús y a la vez permanecer siendo útil par Dios en esta tierra. ¿Qué es mejor? Nuestra mente natural nos pide esta tierra para la eternidad, pero la fugacidad de la vida claramente nos recuerda que sólo estamos de paso. Quisiéramos que esta vida terrenal fuera eterna, pero es temporal. Es como la neblina, que aparece y en un momento desaparece.
A mi edad, creo que he alcanzado básicamente cada sueño que me he propuesto. Pero al final de cuentas no he alcanzado nada. Porque sin importar que el libro #Emparejarse desde que lo lancé el 14 de Febrero de este año ha sido descargado ya más de 105,400 veces en 49 países – sin contar aquellos que lo han compartido por correo electrónico con su grupo de jóvenes o amigos cercanos y los testimonios de su impacto son numerosos – ¿Qué me voy a llevar?
¿Qué me voy a llevar? Nada. Entonces, qué mejor que hacerse dos preguntas que nos lleven a vivir la vida con sabiduría y a envejecer con gracia ¿Qué voy a dejar? ¿Y a dónde voy? Alcanzar cosas grandes por alcanzarlas es nada si no me enfoco en responder esas dos preguntas que cambian la visión de «Mi» y «Hacia otros». ¿Qué voy a dejar? Y ¿A dónde voy?
¿Qué voy a dejar? Recuerdos e impacto. Ese es mi sueño. Quiero morir sabiendo que viviré en los escritos de mis libros y ayudaré a las generaciones futuras a encontrar su norte comenzando por la pareja que deben escoger (#Emparejarse), sobre cómo deben vivir su noviazgo (#NoviazgoDeAltura que lanzaré el 14 de Febrero del 2015) y una serie de libros de los que ya tengo su título y la idea de su contenido. No sólo para tengamos familias fuertes que formen hijos fuertes y sabios, sino una generación de personas cristianas que sepan que por encima de todo sueño está el de vivir una vida consagrada a Dios según nos enseña la Biblia. Quiero dejar un ejemplo de vida. No de un santo que jamás conoció pecado, porque realmente soy un pecador redimido por el sacrificio de Jesús en la cruz. Sino de un pecador perdonado, restaurado y consagrado a su Señor que murió por él. Que mi esposa, hijos, familia y amigos me recuerden como alguien no que predicó sino que vivió lo que predicó y marcó sus vidas con la característica más importante del Padre Dios hacia nosotros, el amor. Aquel amor que está a disposición de todo pecador arrepentido. Yo sé qué quiero dejar. ¿Qué va a dejar usted?
¿A dónde voy? No me gusta la muerte. En esta tierra es el acontecimiento más triste. Pero sé cómo enseña la Biblia, que a todos nos tocará morir una sola vez y luego vendrá el juicio. Sé también que la Biblia enseña que así como Jesús murió y resucitó, los que muramos con la fe puesta en él, resucitaremos a una nueva vida y que estaremos con Dios por la eternidad. Quien sólo vive para esta tierra, ya está muerto en vida. La esperanza de la resurrección es lo único que nos sostiene en los momentos difíciles de la pérdida de un ser querido. Es por ello que para el cristiano la muerte duele, pero duele con esperanza.
No tengo mi vida resuelta, ella es incierta. Hoy estamos, mañana no. El sabio Salomón nos enseña que hay gente buena a la que le va como si fuera mala y hay gente mala a la que le va como si fuera buena. Pero nos dice que a pesar de esta aparente contradicción, siempre es mejor temerle a Dios y guardar sus mandamientos porque esto es el todo del hombre, pues él juzgará toda obra buena o mala y aún la realizada en secreto.
¿Estoy viejo? Eso está en el ojo del observador. Para los chavos de 15 años ya voy para afuera y de plano mañana me muero de un infarto. Para mis amigos de 89 años, estoy demasiado joven y tengo muchos años por delante. Y para los que no miden la vida tanto por los años como por la calidad de ellos no les importa ni la edad que tengo sino la calidad de vida que llevo. Porque se pueden vivir 100 años desperdiciando cada no de ellos al vivir amargado en el pasado mientras desperdiciamos el presente o vivir 40 años pero sacándoles y dando el máximo. Jesús sólo vivió 33 años e impactó el mundo y ni oficina tuvo, diría un amigo. Por eso siempre digo: Quien vive en su pasado paralizar su presente y elimina su futuro.
¿He tenido una buena vida? Demasiado buena. Mis papás siempre estuvieron ahí, no me faltó nada, estudié lo que quise, me casé con el amor de mi vida, tengo tres hijos increíbles, sirvo en La Fráter que me apasiona, mis compañeros de trabajo son a la vez de mis mejores amigos, mis amigos voluntarios de La Fráter insustituibles, tuve cáncer y sigo en pie. Pero es que a veces no es una buena vida la que nos acerca a Dios, sino en ocasiones todo lo contrario. Como dijo Salomón en Eclesiastés 5:20 NVI “Y como Dios le llena de alegría el corazón, muy poco reflexiona el hombre en cuanto a su vida.” Gocemos de sus bendiciones, pero cuidémonos que sus bendiciones nunca nos alejen del dador de las bendiciones.
Mi oración hoy es aquel Salmo, aquella oración que escribió Moisés en el Salmo 90:12 NVI “Enséñanos a contar bien nuestros días, para que nuestro corazón adquiera sabiduría.” Quiero cada mañana despertar sabiendo que la posibilidad de que mi vida termine está presente. No para deprimirme, sino para adquirir sabiduría y aprovechar cada momento oportuno para hacer el bien y marcar vida con el amor de Dios a través de la mía. Al final de cuentas la vida no sólo se trata de cómo vivo, sino de gracias a cómo viví, seguir viviendo ya muerto en la mente de aquellos que vienen atrás en esta carrera de relevos de vida. Todo porque impacté para bien sus vidas y que mejor si esto fue eternamente con el evangelio de Jesús. Cada nueva generación debe aprender de los errores de la anterior y buscar el éxito terrenal pero consagrarlo siempre al propósito celestial. Porque el único que fue, es y quien será es Dios. El es primero y todo lo demás segundo. Aquí comienza la sabiduría para vivir esta vida.
Hoy cumplo 38 años ¿Qué voy a dejar? ¿A dónde voy? Yo lo tengo claro y ¿Usted?
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