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Cuando la vergüenza y la culpabilidad llegan, no es para esconderse. Existe algo que nos libera.
Recientemente le preguntaba a una jovencita en una sesión de Coaching, ¿Qué pensamientos han estado dominando tu mente? Rápidamente exclamó esta frase: “Trágame tierra”.
La razón era que cuando hacía algo malo o cuando fallaba, ella quisiera desaparecer. Al indagar más eran ciertos sentimientos los que la llevaban a exclamar esta frase. Sentimientos de inferioridad, de vergüenza, de culpabilidad y de miedo.
Escondernos es lo natural cuando experimentamos estos sentimientos. De hecho, los primeros en esconderse, sentir miedo, vergüenza y culpabilidad fueron Adán y Eva.
“La mujer vio que el fruto del árbol era bueno para comer, y que tenía buen aspecto y era deseable para adquirir sabiduría, así que tomó de su fruto y comió. Luego le dio a su esposo, y también él comió. En ese momento se les abrieron los ojos, y tomaron conciencia de su desnudez. Por eso, para cubrirse entretejieron hojas de higuera. Cuando el día comenzó a refrescar, el hombre y la mujer oyeron que Dios el Señor andaba recorriendo el jardín; entonces corrieron a esconderse entre los árboles, para que Dios no los viera. Pero Dios el Señor llamó al hombre y le dijo: —¿Dónde estás? El hombre contestó: —Escuché que andabas por el jardín, y tuve miedo porque estoy desnudo. Por eso me escondí.” La Biblia en Génesis 3:6-10
Fallamos y fallaremos. Adán y Eva experimentaron la vergüenza de su desnudez escondiéndose y cubriéndose. Adán y Eva experimentaron miedo cuando Dios los llamó y corrieron a esconderse entre los árboles para que no los viera. Adán y Eva no sólo habían pecado, sus consciencias ahora conocían el bien y el mal. Conscientes de su pecado lo que menos querían era acercarse al único Salvador.
Dios los expulsa del jardín del Edén, le da consecuencias, pero no los deja a la derriba, ni a la merced de su propio esfuerzo. Vemos gracia – ese favor inmerecido a pesar de haber desobedecido – cuando leemos: “Dios el Señor hizo ropa de pieles para el hombre y su mujer, y los vistió.” Génesis 3:21
La ira santa de Dios nos condena y su gracia en Jesús nos libera. Jesús es el sacrificio perfecto que quita el pecado del mundo. Cuando falle en cuestiones de esta tierra y se sienta incómodo y quiera exclamar: “Trágame tierra”, recuerde que uno solo fue perfecto y que nunca pecó, Jesús. El resto de nosotros somos imperfectos necesitados de la salvación del perfecto. Perdonados y llamados a ser santos. No para que vivamos en pecado, sino para que libres de él, busquemos su santidad.
Cuando peque, no se esconda, no huya de su iglesia, de su grupo pequeño, de sus amigos de fe que sean cercanos. Huya de la tentación, aléjese de personas, lugares o cosas que lo hagan caer. Pero, sobre todo, corra a los brazos del Salvador Jesucristo. El perfecto, que tomó su lugar en la cruz del Calvario, para que en lugar de exclamar: “Trágame tierra”, exclame: “Bendita gracia de mi Dios en Jesús, perdóname, transfórmame, hazme a la imagen de tu Hijo”.
“Porque Cristo murió por los pecados una vez por todas, el justo por los injustos, a fin de llevarlos a ustedes a Dios. Él sufrió la muerte en su cuerpo, pero el Espíritu hizo que volviera a la vida.” 1 Pedro 3:18
“Así que sométanse a Dios. Resistan al diablo, y él huirá de ustedes. Acérquense a Dios, y él se acercará a ustedes. ¡Pecadores, límpiense las manos! ¡Ustedes los inconstantes, purifiquen su corazón! Reconozcan sus miserias, lloren y laméntense. Que su risa se convierta en llanto, y su alegría en tristeza. Humíllense delante del Señor, y él los exaltará.” Santiago 4:7-10
“¡Lávense, límpiense! ¡Aparten de mi vista sus obras malvadas! ¡Dejen de hacer el mal! ¡Aprendan a hacer el bien! ¡Busquen la justicia y reprendan al opresor! ¡Aboguen por el huérfano y defiendan a la viuda! »Vengan, pongamos las cosas en claro —dice el Señor—. ¿Son sus pecados como escarlata? ¡Quedarán blancos como la nieve! ¿Son rojos como la púrpura? ¡Quedarán como la lana! ¿Están ustedes dispuestos a obedecer? ¡Comerán lo mejor de la tierra! ¿Se niegan y se rebelan? ¡Serán devorados por la espada!» El Señor mismo lo ha dicho.” Isaías 1:16-20
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